¿La inseguridad responde a la interna policial?

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Los hechos de inseguridad que se suceden por estos días en Río Negro, como muchas de las cosas que ocurren, tienen un detrás de escena. Desde hace varios meses que la cuestión de la seguridad pública ciudadana pasó a ser, una vez más, objeto de reclamos y quejas por parte de vecinos de cualquier barrio de la Provincia.

Para contextualizar vale decir que la Policía de Río Negro tiene un funcionamiento interno propio. Su historia rígida de mandos es lo suficientemente cerrada para ser impermeable incluso  a crisis políticas de los diferentes gobiernos provinciales, tan cerrada es que tiene su propio clima; ergo, sus propias internas y que raramente vea como propio un liderazgo que no es uniformado.

Así, la Policía rionegrina es una entidad en sí misma, con autonomía dentro de otro cuerpo, que es el Estado, sobre el que incluso ha querido avanzar, como en 2013 con policías cercando a funcionarios, mostrando su poderío en las calles y copando la Casa de Gobierno. Otras veces es tan peligrosa como para sostenerse apenas en la sospecha en homicidios como el de Lucas Muñoz o en pactos de silencio como el crimen de Daniel Solano, en Valle Medio y otros hechos en donde uno o más integrantes estuvieron involucrados.

Además, en más de una oportunidad ha rechazado cambios que tengan que ver con un nivel de profesionalización académica. Atrás quedaron los cadetes que se formaban en la Universidad del Comahue; atrás quedaron jefes civiles, como Chao Monzón, Gallinger, Gatti y Altuna y rechazos tuvo también un jefe con formación intelectual como Stupniki  y la actualidad deja la sensación de que lo mismo ocurra con Tellería, aunque este a diferencia del último mencionado tenga a la vez mucha experiencia en comisarías. Lejos le queda además a la tropa el organismo político que nuclea a la Policía, como la Secretaría de Seguridad y repele aún más si esa conducción es femenina. Le pasó a Marta Arriola y quizá le esté pasando a Betiana Minor ahora.

En los últimos meses se han recrudecido hechos de inseguridad que hasta hace algún tiempo no ocurrían, no existían y por lo bajo no son pocos en la Policía los que reconocen que todo eso tiene que ver con la interna policial, que avanza sobre tal o cual jefe. Hay tres puntos álgidos hoy respecto de los hechos de inseguridad: Bariloche, el Alto Valle y Viedma.

El diseño estructural de la Policía reclama hoy una modificación y eso le toca al poder político en su conjunto, requiere de un acuerdo entre oficialismo y oposición que incluso trascenderá la presente gestión y probablemente la que venga. La democracia necesita que eso sea así para que las ciudadanas y los ciudadanos de Río Negro no tengan que pagar la pelea entre los sectores más conservadores y los que pujan por un progresismo en la institución.

La última semana dejó un ejemplo claro de cómo es el comportamiento de la política frente a los hechos de inseguridad. Desde el municipio de Viedma consideraron necesario que los organismos provinciales (léase la Secretaría de Seguridad y Justicia) debe tomar cartas en el asunto; concejales de Viedma de la oposición reclamaron al intendente Pesatti la conformación del Consejo Local de Seguridad, pero desde calle San Martín aclararon que quien tiene que hacer ese llamado es la secretaria de Seguridad y Justicia, Betiana Minor, quien desestimó por el momento esa posibilidad.

Tras ese rechazo, una concejal de la oposición, Roberta Scavo, pero también una del oficialismo bien vinculada a Pesatti, como Silbana Cullumilla hablaron de que en Viedma hay que encarar también problemáticas relacionadas a la inseguridad, como la prostitución, la droga y hasta hablaron de que la tasa de suicidios se desdobló.

Nadie todavía recogió el guante porque para muchos la inseguridad es por casos aislados y por la delincuencia. Todo muy lineal y básico. El nuevo bloque de legisladores massistas pidió hace unos días una reforma del Consejo de la Magistratura, tal vez porque conocen más ese mundillo que ponerse a pensar en cambiar una institución incluso tan desvalorizada. Lo cierto es que nadie pide una reforma policial profunda y bien hecha, con consensos. Nadie. Porque incluso para algunos otros, todo lo que ocurre les sirve para pedir mayores penas y hasta mano dura.

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