Construyó una casa de cuentos en Las Grutas

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El resultado fue una original vivienda que parece salida de un cuento infantil, con grandes ventanales en el frente y botellas de distintos colores ensartadas en sus muros por donde ingresa la luz del sol.

La obra se levanta en el acceso a Las Grutas, en cercanías de la terminal de colectivos, y es habitualmente visitada por gente que sabe de su existencia y turistas que pasaron por casualidad y no resistieron la tentación de verla de cerca y hasta tomarse fotografías.

Su propietaria, Claudia Salazar, activa promotora de distintas expresiones artísticas que llegó de General Roca hace unos ocho años, contó que optó por emprender este sistema constructivo por una cuestión económica.

Junto a otros vecinos habían conformado una cooperativa para lograr el techo propio, pero tras recibir terrenos del municipio la institución se disolvió, por lo que debió ingeniárselas para no tener que seguir pagando alquiler.

Analizó la alternativa de las unidades tipo “iglú”, que es menor el costo. Pero luego, hace unos tres años, se enteró del adobe y la multiplicidad de ventajas, que con el tiempo ella misma pudo corroborar.

Así obtuvo el acompañamiento de Alberto “Toto” Hughes, un vecino muy apreciado y gran defensor del medio ambiente, que tenía conocimientos de este tipo de proyectos. Él fue quien le dio las instrucciones básicas y la ayudó a armar el armazón de postes que sostiene la estructura. Lamentablemente Hughes falleció poco después de iniciado el trabajo.

Salazar destaca la nobleza del barro –o adobe- y aclara que con las nuevas técnicas implementadas lejos quedan aquellos ranchos humildes y poco confortables que suelen encontrarse en algunas zonas rurales.

Entre sus bondades, afirma que el material es ignífugo y térmico. Contó, por ejemplo, que en verano el fresco se mantiene con un ventilador, y que invierno basta calefaccionar unas pocas horas con una cocina a leña para mantener el ambiente cálido.

Pero no son solo las propiedades prácticas del barro las que terminó seduciéndola.

Además, resalta, la obra en sí fue “placentera y terapéutica” por la conexión que se logra con el medio natural.

“Es increíble, uno se puede hacer su propia casa con lo que encuentra acá mismo. Es lo que ofrece la madre tierra”, aseguró.

“Quinchas” y “techo vivo”

Las paredes de la casa se levantaron con el sistema de “quinchas”, una especie de moldes que la mujer fabricó con pallets y que se rellenan con la mezcla de arcilla, tierra, agua y fibras (maleza o pasto silvestre) que cumple la función de ligar el preparado. Una vez que se seca el amasijo se retira la horma y se continúa a lo largo o hacia arriba.

El techo también tiene sus particularidades. Es una estructura de postes y tablas, y arriba se coloca la misma mezcla de las paredes. Lo sorprendente es que, como posee restos vegetales, cuando llueve revive y se pone verde. De allí que se lo conozca como “techo vivo”.

Un rincón del arte

Como su casa, Salazar respira arte. Dicta talleres para niños, de pintura, escultura y confección de títeres, entre otras expresiones. Además ha promovido la actuación de músicos de relevancia nacional, como Lito Nebbia y Willy Crook.

Proyecta para el futuro, “cuando los chicos crezcan y se vayan, porque crecen y se van”, una pequeña sala de teatro, de barro.

FUENTE: La Mañana

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