Viedmenses irrelevantes

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Que el tema de nuestra supuesta irrelevancia —o de la “irrealidad de la realidad” viedmense— no es nuevo, lo demuestra sobradamente una insidiosa pregunta que se le suele formular a los viedmenses desde ciertos poderosos que habitan Cipolletti, Roca y Bariloche, acerca de este mismo tema: “¿Existen ustedes, existe Viedma?”
En primer lugar habría que preguntarse por la identidad viedmense que, al igual que la valletana o la andina, no implica uniformidad sino una fecunda diversidad al interior de un espacio histórico-cultural común.
No obstante, han habido arraigadas actitudes de subordinación cultural e ideológica entre los grupos dirigentes y amplios sectores de la intelectualidad viedmense, a través de su historia. Subordinación que asume como propia la visión del mundo de los amos.
Todos los “amos” –de Roca, de Regina, de Cipolletti, de Bariloche- consideraron a sus dominados de Viedma, desde que comenzaron a gobernar la provincia, como inferiores, bárbaros, despreciables, al punto tal que su propia condición humana, tanto ayer como hoy, aparecía frecuentemente en cuestión.
Viendo la historia universal, análogamente podemos afirmar que así pensaban los romanos de la Galia e Iberia, las actuales Francia y España; Inglaterra de la India; y así piensa hoy la clase dirigente de Estados Unidos en relación a casi todo el resto del mundo.
Volviendo al campo de la política rionegrina, esto se traduce en la tesis de la irrelevancia de Viedma. Se entiende muy fácilmente la lógica que preside ese razonamiento: convencer al otro de su insignificancia y de su inferioridad otorga al dominador una ventaja prácticamente decisiva en cualquier controversia.
Se comprende entonces la insistencia de algunos oscuros ocupantes del Gobierno rionegrino en señalar nuestra “irremediable” inferioridad como viedmenses, en decirnos que ocupamos un quinto o sexto lugar en sus prioridades y en pedirnos que no pretendamos que se nos preste más atención de la que compasivamente se nos otorga, casi como de favor.
Como decíamos, lo grave no es que tesis como ésta la expresen voceros del Gobierno provincial; lo realmente lastimoso y deplorable es que la misma sea tenida como válida por supuestos expertos en asuntos provinciales y por ciertos políticos viedmenses resignados y claudicantes.
Para resumir: la doctrina de la “negligencia benigna” no es otra cosa que una burda mentira, una actitud hipócrita que busca por medio de este artilugio desalentar cualquier tentativa de cuestionar las relaciones de subordinación establecidas entre la el sector hoy dominante y Viedma. Condición previa de tal impugnación es tomar conciencia de nuestra verdadera importancia para el Gobierno rionegrino y, seguidamente, desarrollar una estrategia colectiva para, en concordancia con lo anterior, redefinir nuestras relaciones con el mismo.
La tesis de la irrelevancia, aduce que Viedma no pesa en el escenario provincial, que sus pobladores no son “jugadores centrales” en la arena provincial y su economía no gravitan en los mercados provinciales. Pero esta tesis se derrumba ante el peso de numerosas paradojas. Si Viedma fuese tan irrelevante, ¿cómo se explica que el Gobierno haya incurrido en una secuencia interminable de despidos y pases –a futuro- a disponibilidad, malos tratos, acosos sexuales, contra una localidad carente por completo de importancia? ¿No hubiese sido más razonable una política de indiferencia ante vecinos “revoltosos”, “radicales”, pero insignificantes?
Como vemos, la idea de nuestra supuesta irrelevancia, paradójicamente, hace que Viedma tenga una importancia estratégica fundamental para el Gobierno y es la región que le plantea mayores desafíos en el largo plazo.
La actual política gubernamental hacia Viedma es que mientras ésta se encuentre firmemente bajo el control del Gobierno, la respuesta oficial es la “negligencia benigna”, y entonces la región queda relegada a un segundo plano. Sin embargo, en cuanto despuntan algunos síntomas de rebeldía o de insubordinación, esta “irrelevante” región asciende al primer plano de las preocupaciones del Gobierno, desplazando rápidamente a otras supuestamente más importantes.
Pruebas al canto: bastó que los comerciantes se quejaran para que el Gobierno emitiese la orden de destinar ingentes sumas de dinero para construir un Centro Administrativo en Viedma para conjurar amenazas “desestabilizadoras”.
Si nos sometemos mansamente y obedecemos los mandatos del Gobierno, Viedma no es prioritaria; pero en cuanto alguien pretende tomar el destino en sus manos, entonces, no importa cuán pequeño sea, es catapultado al primer nivel de las preocupaciones del Gobierno.

Vicky Jove

manzanayespera@hotmail.com

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