Por Lautaro Caballeri*
El libro “Los profetas del odio y la yapa” (1957) de Arturo Jauretche es una obra central dentro del pensamiento nacional y popular argentino.
Jauretche analiza y critica a los intelectuales periodistas y sectores sociales que considera portadores del pensamiento “cipayo” (dependiente de intereses externos o de las elites locales) y que actúan como “profetas del odio”.
Estos difunden prejuicios contra el pueblo, sus costumbres y sus liderazgos (especialmente contra el peronismo), generando una visión negativa de la realidad nacional.
En síntesis, el libro es una denuncia contra las elites intelectuales y mediáticas que, desde una mirada antipopular y extranjerizante, construyen un clima de odio hacia el pueblo argentino y sus expresiones políticas. A la vez, es una defensa del nacionalismo popular y una invitación a pensar la Argentina desde sí misma.
60 años más tarde, en el 2017, Aníbal Fernández, escribe “Los profetas del odio” (tomando como referencia la obra de Jauretche), un análisis político y social que busca revelar los mecanismos discursivos mediante los cuales se construye y distribuye el odio en la sociedad, y denunciar a quienes lo usan como estrategia de poder o división.
Ambas obras fueron escritas en procesos sociales donde el peronismo no era gobierno y se lo estigmatizaba como fuerza política y movimiento social, contextos no muy distintos a los que estamos viviendo en la actualidad desde el 10 de diciembre de 2023.
Ahora bien, no se trata de decir quiénes son malos o quiénes son buenos, quienes son mejores o peores, sino de quienes son capaces de darle al pueblo argentina felicidad, estabilidad y esperanzas de vivir en plenitud; casualmente un estilo de vida que haya sustento en los tres pilares del movimiento peronista: justicia social, soberanía política e independencia económica.
Desde el cambio de Gobierno nuestro país está viviendo bajo un clima de total agresividad sin justificación, donde todo está permitido. Hssta el mismo Presidente de la Nación, en programas televisivos y redes sociales, se jacta de insultar y despotricar contra todo aquel que piensa distinto a él, llegando a decir en un programa de televisión que le había colocado una careta de Raúl Alfonsín a un muñeco que utilizaba para golpearlo. Como así también en su discurso después de haber ganado el ballotage contra Sergío Massa, decir que quería al Kirchnerismo muerto, que iba a ser él quien pondría el último clavo al ataúd.
La violencia de los discursos fue siempre rechazada por la sociedad argentina. Como ejemplo podemos mencionar el cierre de campaña presidencial de 1983 del candidato peronista, Italo Luder, cuando en pleno acto, el entonces candidato a gobernador bonaerense, Herminio Iglesias, quemó un ataúd con los colores de la UCR. El gesto recibió el desprecio de gran parte de la sociedad argentina y se atribuye a esa acción la derrota del PJ. Como contracara, expresiones igual de violentas de Javier Milei no tienen casi repercusión negativa en los votantes.
Siempre se lo critica al peronismo por hacer esto o hacer lo otro, por hacer una alianza con unos o con otros, pero nunca se lo critica al radicalismo por hacer lo mismo, como dijo Leonardo Favio: “Conozco muchos anti peronistas pero no conozco a ni un solo anti radical, ni siquiera esa pasión despiertan”.
Al peronismo se lo acusa de haber sido parte y cómplice de dictaduras, de haber derrocado los gobiernos radicales, de haber sido menemistas, kirchneristas, macristas y ahora mileistas. Pero nadie dice que la UCR avaló el Golpe de Estado de 1955 y el bombardeo a plaza de mayo, nadie dice que muchos radicales (entre ellos, al que llamaban el Menem rubio), fueron menemistas y destrozaron nuestra provincia, nadie habla de los radicales K con la famosa concertación, ni muchos menos se habla de los radicales que entregaron su partido a los pies de Mauricio Macri; y como si fuera poco, tampoco levantan la voz para decir algo de los radicales con peluca, como le dicen ahora.
Nuestra provincia, no fue ni es ajena a todas estas metamorfosis políticas y sociales que se han vivido a lo largo de nuestra historia. Hoy en día la dirigencia libertaria que comanda nuestra ciudad capital está compuesta por viejos vecinos y vecinas que todos conocemos, y que conocemos muy bien, porqué han sido parte (muchos de ellos) de los 28 años del gobierno radical rionegrino, donde fueron alfonsinistas, meneministas, delaruistas, duhaldistas, kirchneristas, macristas, (albertistas no, a excepción de los seguidores de Leandro Santoro), y sí, como no pueden escapar, ahora son mileistas.
Solamente por nombrar algunos casos, la Gerente de la UDAI de Anses de Viedma, una acérrima militante radical (o por lo menos lo era), identificada 100% con Raúl Alfonsín y autodenominada “Alfonsinista", fue Subsecretaria de Relevamiento de Políticas Públicas de la provincia de Río Negro, en el año 2007, designada a través del Decreto Nº 38/07 (segundo gobierno del radical K Miguel Saiz).
Esta persona, que tiene que luchar y estar comprometida con los jubilados de Viedma, por el lugar que hoy ocupa, no lo hace, porque es funcionaria y cómplice del gobierno democrático más atroz y despiadado que nos toca vivir.
Se graduó de Licenciada en Ciencias Políticas en el año 2003, en la Universidad Nacional del Comahue (sí, en la Universidad Pública)y hoy apoya el desfinanciamiento a la educación pública, el ajuste a los jubilados, a los discapacitados, a las pymes, en definitiva a los sectores más vulnerables de nuestra sociedad.
Lejos de aquel cargo (entre muchos que ocupó) vinculado al relevamiento de las políticas públicas, hoy es parte de un gobierno que las elimina y las destroza; lejos de recordar que pudo graduarse gracias a educación pública, hoy apoya el deterioro de las universidades; festejando con bombos y platillos las medidas tomadas en pos de perjudicar a los más vulnerables.
Por último, y no por eso menos importante, es docente en la carrera de Ciencia Política que se dicta en el Complejo Universitario Regional Zona Atlántica y Sur (C.U.R.Z.A.S), dependiente de la Universidad Nacional del Comahue; nada más y nada menos que en la cátedra “Ética Política”, perteneciente al último año de la carrera. ¿Qué paradójico no?, que alguien que carece de esa “ética política”, la enseñe.
Como bien decía don Arturo Jauretche: “la multitud no odia, odian las minorías, porque conquistar derechos provoca alegría, mientras perder privilegios, provoca rencor”.
El caso de los “dirigentes” de La Libertad Avanza de Viedma, es un claro ejemplo de profetas del odio, personas que no son otra cosa que anti peronistas, porque no pueden despertar otra pasión.
*Militante de Nuevo Encuentro

1 diciembre 2025
Opinion