La libertad de no dar nada: cuando la política deja de ser humana

Opinión: Andrés Alvarenga

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Por Andrés Alvarenga*

Hay gestos que revelan ideologías más que cualquier discurso. Hay momentos en que la política muestra su cara más cruda, más descarnada, y deja a la vista que detrás de la palabra “libertad” se esconde, muchas veces, la más fría indiferencia.

Hoy quiero contar una historia pequeña pero inmensa. Porque en el fondo, no se trata de una anécdota: se trata de un síntoma. Se trata de un país y una ciudad donde hay gente que no tiene qué comer, y otras personas que les cierran la puerta en la cara... por ideología.

Un hombre, uno de esos héroes invisibles que cocina para las personas en situación de calle, que pone el cuerpo donde muchos no lo hacen, se acercó a pedir colaboración para preparar un guiso en un hogar de ancianos. Un guiso popular, solidario, de esos que no salen en las fotos pero sostienen a quienes están al borde.

Conozco a ese hombre. Sé del trabajo que hace y de la honestidad con la que lo hace. No me lo contaron: vi los mensajes que recibió de la concejala. Le respondieron con brutalidad. No un “hoy no podemos”, no un “no tenemos”. Un no político. Un no selectivo. La concejala Silvina Franco, de La Libertad Avanza en Viedma, le dijo que no lo iban a ayudar. ¿La razón? “Vos no sos afiliado.” Y como si eso fuera poco, agregó con frialdad quirúrgica: “Nosotros no hacemos populismo.”

Esto no es una diferencia de opinión. Es una falta total de sensibilidad social. Es desprecio. No hacia un hombre, sino hacia todo un sector del pueblo que, para ellos, no merece ni un plato de comida si no milita su causa. Esa no es una posición política: es una renuncia a toda humanidad.

Claro que una concejala puede decidir no colaborar. Pero cuando un funcionario público cierra la puerta de esa manera, lo que hace no es “no ayudar”, es negar la existencia del otro. Es decirle a la cara que no le importa. Que sólo valen los que aplauden. Que lo demás, sobra.

Y lo que sobra, en realidad, es ese tipo de política. Lo mínimo que se espera de una representante del pueblo es que no le cierre la puerta en la cara a quien viene a pedir por otros. Que no mida la dignidad según el padrón de afiliados. Que no escupa la palabra “populismo” como si fuera una peste, cuando en realidad lo que está negando es un poco de humanidad.

Viedma necesita muchas cosas, pero sobre todo necesita funcionarios que no le tengan miedo a ser humanos. La libertad no se defiende desde el desprecio. Se construye con empatía.

Y la política que no sirve para mejorar la vida a los demás, no sirve para nada.

*Presidente del Partido Igualdad Río Negro

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