Por Pedro Oscar Pesatti*
Otra vez la misma historia, con
nombres nuevos y la misma trampa. Un gobierno que promete estabilidad sin
esfuerzo, dólares sin trabajo, una economía que se arregla con fórmulas mágicas
y trampas de mercado. Caputo juega su versión de un viejo truco: el carry
trade, la bicicleta financiera, la ilusión de hacer plata sin producir.
Funciona, claro. Siempre funciona. Hasta que alguien deja de pedalear. Porrazo
cantado. La bici pierde equilibrio y cae. Sólo tiene dos ruedas.
Argentina ya vio esta película. En
los setenta, la dictadura con Martínez de Hoz. En los noventa, Menem y la
convertibilidad. En 2017, Macri y las
Lebacs. Ahora, el mismo libreto
con una variante: el cepo. Ya no entran dólares de afuera. Sólo se reciclan los
pesos atrapados en la jaula.
El mecanismo es simple: tasas de
interés más altas que la devaluación. ¿Qué pasa? Exportadores apuran cobros,
importadores retrasan pagos, empresas se endeudan en dólares porque parece
barato. Todo fluye, hasta que alguien hace la cuenta y descubre que no cierra.
Ocurrió en México en 1994, en Asia
en 1997, en Turquía hace poco. Pero Argentina no aprende, ni con su historia ni
con la de los demás.
Mientras tanto, el Merval sube
como si la economía estuviera sana. Pasó con Macri: entre 2016 y 2018, la bolsa
se triplicó en
dólares. Ilusión de tasas altas,
dólar barato, capitales golondrina. Y cuando los que ganaron deciden salir, el
derrumbe es brutal. En 2019, el Merval perdió más del 50% en meses. La historia
es siempre la misma: cuando la fiesta se acaba, los primeros en irse son los
que más ganaron.
Pero hay un problema mayor: el
dólar barato como ancla. Frena la inflación, pero destruye exportaciones y
premia la importación. No es culpa de los turistas que eligen viajar donde sea
más barato, es culpa de un modelo que convierte el consumo externo en una fuga
de dólares. En 2024, la salida de argentinos al exterior dejó un déficit de más
de 10 mil millones de dólares. Se van dólares que no vuelven. La economía se
convierte en un embudo: entran menos, salen más. Pan para hoy, crisis para
mañana.
Es cuestión de tiempo. Hoy parece
estable, mañana no. Cuando la fe se agote, cuando los números no cierren,
cuando la magia no alcance, la historia se repetirá. Y cuando todo estalle,
vendrán las excusas: la culpa de los mercados, de los traidores, de Milei
–cuando ya no sirva, lo usarán de fusible para hacerle bullying–. La culpa será
de cualquiera, menos del neoliberalismo que hoy goza otra vez de la plenitud de
su reinado. Aunque la cara la ponga ahora un anarcocapitalista. Antes fue un
milico (Jorge Rafael), un peronista (Carlos Saúl), también un radical (don
Fernando).
Los verdaderos ganadores seguirán
en su burbuja. Nadie los conoce. Hasta que alguien vuelva a vender el mismo
truco. Siempre hay compradores: la historia se
repite porque la escuela perdió algunas memorias, tal vez la más importante. ¡Joraca!
8 marzo 2025
Opinion