Por Magdalena Odarda*
La otra historia del proceso de destrucción de la Ley de Fauna, la verdadera historia...
Horas después de la firma de la
Disposición N° 381/25 por parte del Subsecretario de Ambiente de la Nación,
Jorge BROM, mediante la cual se derogó la normativa histórica que desde 1986
prohibía la exportación, comercialización y traslado de ejemplares vivos de
fauna silvestre, el gobierno de Río Negro tomó una decisión.
A contrarreloj, resolvió alinearse con
la “línea” fijada por el gobierno nacional, tal como lo hizo con la adhesión al
“RIGI”, cuando lamentablemente el gobernador de Río Negro fue el primero en
cumplir los mandatos del presidente Milei, incluso antes que cualquier otra
provincia.
Tras conocerse la nueva normativa
nacional, se activó un operativo para desmantelar la protección de la fauna
silvestre en Río Negro, cediendo a los intereses de grandes grupos económicos y
de los propietarios de la floreciente industria de los “cotos de caza”, que ha
crecido silenciosamente en el territorio provincial al amparo de la protección
gubernamental.
Así, sin consulta previa a las
organizaciones, el gobernador incorporó a último momento, tres días antes de la
sesión, la reforma de la LEY DE FAUNA N° 2056. Alegó que, de pronto, era
necesario “actualizar” una normativa que –si bien no era perfecta– durante 40
años tuvo como objetivo principal la preservación de la fauna silvestre. Lo más
grave fue que el proyecto llegó con firma de ministros y se trató en “única
vuelta”, lo que implica que se omitió el trámite reglamentario que hubiese
permitido a la sociedad civil conocer y opinar sobre esta legislación.
En la reunión plenaria de comisiones,
celebrada 48 horas antes de la sesión, el Subsecretario de Fauna, Tabaré Bassi,
se presentó ante legisladoras y legisladores de todas las bancadas. En su
exposición, sostuvo –para sorpresa de todos– que la reforma buscaba “actualizar
la ley antigua” incorporando conceptos como bienestar animal, rechazo al trato
cruel, sostenibilidad y sustentabilidad ambiental, entre otros. Sonaba
demasiado bueno para ser cierto.
La primera pregunta que formulé fue la
siguiente: Si la ley dice tener como objeto eliminar el trato cruel hacia los
animales, ¿por qué no se incluyó expresamente la prohibición de la caza con
perros, una práctica que destroza a ambos animales y genera violencia explícita
con imágenes desgarradoras, fomentadas por el propio gobierno que la autoriza?
La segunda pregunta fue: ¿Por qué con la
nueva ley se le quita protección al guanaco y al choique o ñandú, cuando desde
el propio portal de noticias de la Secretaría de Ambiente se denuncia
constantemente el decomiso de guanacos cazados ilegalmente, por tratarse de una
“especie protegida”?
Continué preguntando: ¿Cuántos
trabajadores integran el CUERPO DE GUARDAFAUNAS, que con la nueva ley se
elimina, dejando a los trabajadores en absoluta incertidumbre respecto de sus
fuentes de trabajo y del destino de la fauna que debían proteger? El
funcionario no supo responder. Al día siguiente, mediante nota, indicó que eran
5 los guardafaunas, con 3 vehículos para proteger la fauna silvestre (terrestre
y marina) en toda la provincia. Mintió. Según los propios guardafaunas, apenas
quedan 3 trabajadores que sobreviven al ajuste.
El siguiente interrogante fue: ¿Cuál es
la razón del cambio de paradigma, del “proteccionismo” de la fauna silvestre
hacia su “mercantilización o privatización”? ¿Cuál es el control efectivo sobre
lo que ocurre dentro de los 14 cotos de caza existentes? Está claro que en Río
Negro hay más cotos de caza que trabajadores destinados a controlarlos. ¿Qué
garantía tenemos los rionegrinos de que en esas trampas mortales –donde la
crueldad animal alcanza su máxima expresión– no haya especies en peligro de
extinción como el pudú o el huemul bajo la mira de algún rifle o carabina
sofisticada?
Cuando finalmente se requirió una
respuesta sobre por qué no se abrió el debate del nuevo proyecto a la
participación ciudadana –pese al compromiso y la formación de organizaciones
ambientalistas, proteccionistas, indígenas y de los propios guardafaunas
afectados–, la respuesta de una legisladora que se mofaba de comer “milanesas
de guanaco” y “choique” (ver versión taquigráfica de la sesión del 5 de julio
de 2024), fue que “se consultó con quienes se tenía que consultar. Punto”.
Sin embargo, el funcionario admitió
haber trabajado el texto con sectores ruralistas, que desde hace tiempo vienen
promoviendo la idea del guanaco como “enemigo público”. Acusación desmentida
por el CONICET, que ha señalado que la desertificación del suelo no es
responsabilidad de esta especie autóctona de la Patagonia, sino del accionar
humano. Y que tanto el guanaco como el ganado ovino pueden convivir perfectamente.
La ley, tal como fue redactada, se
aprobó dos días después por mayoría, no por unanimidad. La normativa fue
presentada por la maquinaria publicitaria oficial como un supuesto avance en
materia de protección de la fauna silvestre, cuando en realidad encubre un giro
hacia la lógica del mercado: los animales dejan de ser considerados como seres
sintientes para transformarse en simples “recursos naturales” a explotar.
El nuevo texto no solo desmantela el
cuerpo de guardafaunas y desarticula a jóvenes y profesionales que, ad honorem
y sin presupuesto, han defendido con firmeza nuestra fauna silvestre, sino que
también vulnera principios fundamentales como el de no regresividad ambiental
consagrado en la Ley General del Ambiente, además de incumplir el Acuerdo de
Escazú, al no garantizar la participación ciudadana en decisiones que hacen a
la política ambiental de la provincia.
En conclusión, el actual gobierno de Río
Negro acaba de derribar el último muro de protección de nuestra fauna
autóctona. Lo que antes se consideraba “caza furtiva” dejará de serlo, en aras
de blindar el negocio de unos pocos, en detrimento de la maravillosa
biodiversidad rionegrina.
El artículo 41 de la Constitución
Nacional establece que la preservación del ambiente es una obligación del
Estado, pero también un deber de los habitantes de esta gran Nación.
En virtud de ese deber ciudadano,
convoco a los rionegrinos y rionegrinas a denunciar cualquier daño a nuestra
fauna silvestre como delitos ambientales ante los Tribunales rionegrinos, a
defender el CUERPO DE GUARDAFAUNAS y a acompañar a los activistas ambientales,
muchas veces amenazados y no siempre protegidos por el Estado.
Hace escasos días, la CORTE
INTERAMERICANA DE DERECHOS HUMANOS, en su opinión consultiva OC-32/25, consideró
a la NATURALEZA COMO SUJETO DE DERECHO.
A contramano de ese hito fundamental, en
Río Negro, la fauna silvestre ha entrado en serio peligro de extinción.
Ahora, vienen por ellos. Ahora, ellos nos necesitan a nosotros.
*Legisladora Vamos
con Todos
Movimiento RIO

1 diciembre 2025
Opinion