Dos años y diez meses es lo que estuvo detenido el ex
juez Juan Antonio Bernardi en la comisaría de Cubanea. Recibirá el 2020 en
libertad e independientemente de las razones que llevaron a los jueces Adrián
Dvorzak, Shirley González e Ignacio Gandolfi la pregunta que queda flotando es
si la Justicia es verdaderamente justa.
Bernardi fue acusado de promoción de corrupción de
menores y condenado por ello. Durante el lapso que pasó en prisión tuvo buen
comportamiento, tuvo salidas transitorias y cumplió con los requerimientos,
hizo cursos on line que le favorecieron en su evaluación final, pero siempre
dijo ser inocente y, por lo tanto, nunca mostró arrepentimiento.
Otra pregunta, contrafactica quizá, es si la Justicia
mide realmente con la misma vara a todos los ciudadanos judiciables. Bernardi
no era cualquier persona frente a la Justicia, era un juez de la Provincia, de
una supuesta imagen proba públicamente e incluso amigo de varios integrantes
del Poder Judicial rionegrino, incluso con buenas llegadas a políticos que
otrora ostentaron poder. Entonces, ¿se lo mira igual? ¿Se lo juzgó y condenó de
la misma manera que otro ciudadano que no pertenece a la “casta judicial”?
Porque, en todo caso, hay que decir que el otro que fue enjuiciado junto al ex
juez, el ex empleado de Bernardi, Julio Antueque, fue condenado por
facilitación de corrupción de menores y facilitación de la prostitución
infantil a 12 años de prisión, siete más que Bernardi. En ese enmarañado
entramado, el empleado se llevó la peor parte.
Los jueces han tenido elementos, es verdad, pero no es
menos cierto que queda flotando en el aire una sensación de injusticia, de
insuficiencia.

19 diciembre 2025
Viedma