Los lazos de solidaridad en tiempos de crisis se hacen más fuertes; la realidad ha dejado expuesta una dolorosa realidad en los barrios con más carencias, en los que tambén quedan expuestas las falencias del Estado y donde los mismos vecinos tienen que arremangarse y poner manos a la obra ante las urgencias.
Desde hace dos años el merendero Maná, del barrio Álvarez Guerrero -más conocido como Loteo Silva- aborda la problemática social de una manera integral, solidaria y con el objetivo puesto en los chicos del barrio; dar una mirada llena de empatía, que sea una acción más allá que el -ya de por sí- gran gesto de- servir una merienda todas las tardes es la premisa.
Gracias a un apoyo solidario de un vecino de la ciudad que prefiere no dar a conocer su nombre, el merendero pudo construir un salón donde se sirve la merienda, se convive, se aprende y se escucha. Gabriela es quien lleva la voz cantante en el merendero, conoce a cada nena y nene que concurre al lugar que está ubicado en el patio de su casa. Es una casa de las más comunes que hay en el barrio, pero en el salón se nota un clima de armonía. Al momento de la entrevista con LA PALABRA, llega también el periodista Juan Carlos Ferrari, pero no para una nota, sino para llevar tortas pues en esos días el merendero iba a festejar los cumpleaños de quienes lo celebraban en febrero.
Gabriela dice que afortunadamente siempre hay gente colaborando, que siempre está presente y que además confía en ella y en quienes trabajan solidariamente en el merendero.
"Vivimos en uno de los barrios más conflictivos de la ciudad, por supuesto que la mayoría de la gente es laburadora y capaz, pero también es un barrio olvidado, abandonado, sin estructura de contención, sin una salita, con una preciaria plaza y no más. Y cuando un barrio es postergado surgen las reacciones de conflicto, pero siempre hay vecinos que alzan las banderas de lucha, de solidaridad y de perseverar y salir adelante. Tal es así que nos juntamos, hace dos años, un grupo de mamás con la idea de darles la leche a los pibes", comenta Gabriela.
Contextualiza ese momento al decir que "el precio de la leche había aumentado, lo mismo que los alimentos, el pan y muchos chicos quedaron dando vueltas cuando se cerró el lugar donde se daba la merienda y la retomamos nosotras".
"Eso no quedó ahí, sino que se buscó darle otro marco de influsión a los chicos. No solamente darles un alimento sino también darles la posibiliddad de que tengan apoyo escolar, la lectura de libros y talleres deportivos y manualidades. Es decir, que el almuerzo, la merienda o la cena sean una excusa para poder ayudarlos a que tengan otras cosas que también son importantes en la vida", agrega.
Al merendero Maná todos los días concurren, de manera fija, unos 55 chicos y alrededor 12 madres. "Arrancamos con 12 niños y hoy tenemos 55. Hoy en día tenemos familias completas que vienen: mamás, papás e hijos. Antes no venían los papás, pero ahora vienen algunos porque no tienen trabajo".

Durante el primer año Gabriela y el grupo de mamás del merendero sirvieron el almuerzo y la merienda en el patio de su casa. Pero al tiempo un alma caritativa, uno de esos héroes anónimos urbanos con una posibilidad económica pero con más conciencia social les prometió la construcción de un espacio. "Nunca suspendimos por lluvia ni mal tiempo. Cuando llovía repartíamos para que se lleven a sus casas y nunca quedaban sin su alimento. Hoy gracias a la buena predisposición y voluntad de un hombre, que además siempre me pide que no lo nombre porque lo hace de corazón, se acercó un día y vio como trabajábamos y se comprometió a construir un salón para las diferentes actividades que nosotros teníamos como proyecto también y nos hizo ese salón. Pero además nos sigue ayudando", comentó.
Reflexionó también al decir que "nosotros trabajamos con la premisa de que todo niño merece ser feliz y nosotros los adultos somos los responsables de que eso suceda, independientemente de que seamos familia o no. Entonces buscamos también que los chicos trasciendan la barrera del barrio en el que vivimos, porque parece mentira pero es así e incluso tenemos una buena cantidad de nenes que no conocen el mar, y sí está acá nomás El Cóndor, pero para ellos es lejano y a veces hasta infinitamente inalcanzable. Por eso es que también hemos organizado algunas salidas que para nosotros es de inclusión".
"El sueño es que no haya merenderos, porque es humillante tener que ir a otro lado a comer. Además, el momento de sentarse a comer es un ritual de todas las familias y que les permite charlar, saber en qué anda cada uno, como le fue en el día, cuales son las preocupaciones, compartir bromas. Pero cuando esono está y se rompe es sumamente humillante", añade Gabriela.

21 diciembre 2025
Viedma