El frío de Trondheim
contrasta totalmente con el calor y el no muy agradable viento del norte que
nos afecta por estos días a viedmenses y maragatos. En Noruega no existen las
cosas al azar y su fama de orden y precisión contrasta todavía mucho más con
las angustiantes incertidumbres argentinas.
Pero es allá y es un
gran lugar, pero falta mucho de lo de acá, gente, cosas, calles, aires, canciones,
abrazos… porque, como dice él: “acá en Noruega la gente es agradable y atenta
pero no se abraza como allá”.
Julián García Hahn es
un joven viedmense que vive en Noruega desde hace un año, junto a su pareja,
Eugenia, una joven emprendedora de Quilmes, Buenos Aires, especialista en la creación y
confección de artesanías.
Tras haber terminado
la Primaria en la Escuela N° 1, de calle 25 de Mayo, Julián hizo los 6 años en
la Industrial siempre con muy buenas notas y muy buenos amigos, que aun hoy
conserva a pesar de la distancia. Estudió Ingeniería Mecánica en La Plata y de
allí continuó en Bariloche, en el Instituto Balseiro, adonde no llegan muchos,
pero los que llegan brillan en el Mundo.
“Para ubicarnos, en
esta ciudad estamos a la misma altura que la Base Marambio (Antártida
Argentina)”, explica Julián, quien agrega: “Vivimos afuera de la ciudad, es
como si viviéramos camino a La Boca”, nos grafica mentalmente.
Dice que los llevó a
Noruega “principalmente la curiosidad”. Y se explaya: “Yo ya había estado
viviendo en Francia en 2016 como parte de una beca de participación
internacional entre Francia y Argentina por la cual concursé estando en el
Balseiro. Ahí fue mi primer gran interés por lo que podría haber fuera de la
Argentina, en lugares con costumbres distintas”.
“A principios de 2017 yo estaba terminando una maestría y veía que se acotaba el horizonte laboral y con Eugenia, mi mujer, dijimos ‘¿y si nos volvemos a vivir a Europa?’ y entonces empezamos a mandar correos electrónicos a diferentes personas y me dirigí a la vicedirectora del Instituto Balseiro, Graciela Bertolino, a quien le mando un beso enorme, y ella me dio una lista de gente que había estudiado en el Balseiro y comenzamos a contactar a esa gente y uno de los grupos que contacté estaba acá en Noruega y en la ciudad en que hoy vivimos y trabajando en un laboratorio de la universidad noruega en la que trabajo hoy. Me dijeron que no me podían nombrar a dedo, pero sí avisarme cuando se abriera un concurso y así fue, a los seis meses surgió la posibilidad de hacer una entrevista vía videoconferencia. Después concursé y meses después me dijeron que había sido seleccionado. Ahí nos volvió esa posibilidad de ir en busca de la curiosidad que nos generaban los otros países”, narró el joven viedmense.

Trondheim es considerada
como la capital cultural del país y se destaca por su bella arquitectura, muy
diferente a la de otras ciudades de Noruega. Eso no es todo, esta ciudad en la
que viven Eugenia y Julián es la tercera más grande de Noruega y es un
importante centro universitario, el mismo en el que trabaja Julián.
Noruegos tomando mate
Julián y Eugenia son
abiertos a conocer, a charlar, a pasear y en cada paso que dan efectivamente
desparraman esa argentinidad que uno no se imagina que se pudiera hacer carne
en un país con una idiosincrasia totalmente distinta a la nuestra. Sin embargo
logran atravesar las barreras culturales y dejan el sello amiguero clásico
argentino.
Todo empieza con un
mate. “La familia dueña de la casa que alquilamos viven en un piso de arriba y
son muy hospitalarios, siempre nos invitan a cenar y se ponen muy contentos de
que los visitemos”, cuenta Julián.
En eso agrega que
“una tarde en la que estábamos pasando en la casa de ellos y bajé a buscar el
mate y ahí les surgió mucho la curiosidad y me preguntaban por qué lo tomaba
así y no en forma de té. Entonces les pregunté si querían probar y a algunos
les gustó y a otros no, pero fue muy lindo compartirlo”.
Sigue con el dulce de
leche. “Con el dulce de leche se vuelven locos; mi compañero es un holandés y
comparto con él todos los días y cuando probó el dulce de leche no lo podía
creer, se volvió loco”, agrega.
Y termina con conitos
de dulce de leche”. “Recuerdo que también en casa teníamos unos conitos de
dulce leche de Havanna y medio a regañadientes los compartimos una vez que
vinieron a casa mi compañero holandés con su esposa mexicana y les encantó
tanto que me dijeron que cuando vaya a Argentina les compre una caja”.
Orgullosamente egresado de la Escuela Industrial de Viedma

“Soy orgullosamente
egresado de la Escuela Industrial de Viedma. Tengo un hermoso recuerdo de la
Industrial, tal vez no tanto de los libros y el estudio, sino las metodologías
de trabajo, de organizarme y de ser limpio y organizado con mi trabajo, con la
seguridad, por ejemplo tener los guantes, puestos, las gafas puestas, etcétera
y esas cosas yo se que las aprendí en la Industrial. Entonces la Escuela
Industrial me dejó muchísimo y también me dejó muy buenos amigos”, afirma.

19 diciembre 2025
Viedma