La violencia y su impronta en el lenguaje y el cuerpo

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Hoy, lamentablemente, millones de mujeres en el mundo padecen todo tipo de discriminación, violencia y exclusión que les impide o limita la posibilidad de ejercer plenamente sus derechos humanos. Es momento de erradicar la violencia contra la mujer y de borrar todo estereotipo y prejuicio que altere su rol en la comunidad.

Es importante que todos sepamos cuáles son las consecuencias que la violencia física, psicológica  o sexual, produce a las víctimas supervivientes y a sus hijos: homicidios y suicidios; secuelas por lesiones; embarazos no deseados, abortos provocados, problemas ginecológicos, e infecciones de transmisión sexual; partos prematuros, neonatos de bajo peso al nacer o muerte fetal; trastornos de stress postraumático, insomnio, depresión, trastornos alimentarios, sufrimiento emocional; alcoholismo u otras adicciones, esto se triplica en víctimas de violaciones; entre los efectos en la salud física se encuentran cefaleas, lumbalgias, fibromialgia, limitaciones de la movilidad, trastornos gastrointestinales y mala salud en general.

Si bien los daños provocados son irreparables, es posible formular medidas de prevención que eviten la reiteración y proliferación de los casos. Es penoso ser testigo de cómo se ha instalado la violencia en el lenguaje y en los cuerpos, y me entristece profundamente que se crea que es algo naturalizado. La mujer no merece tal castigo.  Por eso, como representante del pueblo de Río Negro pero sobre todo como mujer, voy a apelar a una concientización masiva en pos de fomentar la igualdad.

Para detener este fenómeno que corrompe la dignidad de la mujer en una proporción dramáticamente alta, es esencial propiciar un abordaje multisectorial.  Sé que es una tarea difícil, pero soy una persona que sabe lo que es luchar por la vida, soy fuerte e inquebrantable, y voy a continuar combatiendo contra toda coacción, crueldad o profanación que flagele al género.

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