Las banderas siempre en alto

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Y esa idea sigue estando vigente, más allá de un resultado circunstancial. Y del gigantesco aparato económico, corporativo y mediático puesto al servicio de la destrucción sistemática de nuestros logros; a las campañas más despiadadas que se hayan visto en la historia del país.

Escribo con la desazón por la derrota pero sin desconsuelo. Hemos hecho mucho, avanzamos en la conquistas de nuevos derechos y en la recuperación de la economía, tratamos de convencer y de recordar, de proyectar una nueva etapa, pero no alcanzó. No es el momento de buscar responsabilidades ni chivos expiatorios que puedan simplificar lo que nos cuesta entender. Los hechos sociales siempre son complejos.

Queda claro que empieza otra etapa en la vida política de nuestro país. Una alianza de derecha  (guste o no la palabra, así es) logró representar a una mayoría social y alcanzó la presidencia. Por vías legítimas, respetando las reglas democráticas. Y ese resultado debe ser un llamado de atención a nuestra propia idea de trabajo político.

También debe quedar claro que seguiremos defendiendo las ideas que siempre sostuvimos. Desde el ’83 para acá, más allá de las dirigencias, más allá de los climas de época, de los discursos predominantes y del “sentido común” que suelen imponernos, mantuvimos vivo un proyecto nacional que fructificó en estos 12 años. Vamos a continuar con la misma tenacidad porque eso es lo siempre hicimos. Sin grandilocuencias, sin soberbia, con el ejemplo.

Mañana seguramente comenzarán los análisis más racionales; y también empezarán las embestidas para arrinconar al proyecto que nos trajo hasta acá. La idea: demostrar que no sirvió de nada; que somos un grupo de sectarios; que dividimos el país. Vendrán los que querrán demoler las conquistas y reaparecerán las viejas guardias con su “sabiduría” a pretender enseñarnos que nos desviamos de la recta doctrina. Desde los medios concentrados nos apostrofarán los Julio Bárbaro, los Eduardo Amadeo y tantos menemistas ahora devenidos en reinterpretadores del “mene – macrismo”.

Pero tengo la tranquilidad de que más allá de los errores cometidos, más allá de las estrategias posiblemente equivocadas (de lo contrario no habríamos perdido), hubo un camino que con tropiezos y retrocesos tuvo muchos aciertos. Desde el impulso a la ciencia a la tecnología a la contención de los más desposeídos; desde el desendeudamiento a la redistribución de la riqueza.

Tal vez algunos de nosotros no estuvieron a la altura de las circunstancias y creyeron que las conquistas eran para siempre. Una obviedad: no fueron todos pero fueron la excusa para descalificarnos en bloque.

Se vienen nuevos tiempos. Un proyecto ganó y tendrá que hacerse cargo de una Argentina totalmente distinta a la que encontramos hace 12 años. Tiene su propia agenda, sus propias iniciativas. Y está en su derecho. Como nosotros tenemos el derecho de mantener y defender el nuestro. Con nuestras banderas y nuestros valores. Pero mientras ellos, desde la oposición, durante esos 12 años buscaron trabar e impedir la obtención de conquistas sociales, nosotros trabajaremos con todas nuestras fuerzas para que no pasen al olvido.

Se viene una reestructuración del campo nacional y popular, y espero que no empecemos con las cazas de brujas interna. Protejamos a los compañeros. Contengamos a los que más necesitan. Si es verdad aquello del “corso e ricorsi”, en este momento de retroceso debemos consolidar los vínculos políticos y sociales.

Los ganadores de hoy tendrán que demostrar su capacidad de gobernar. Y de mostrarnos un modelo de país que contemple a todo el país y no sólo a sus regiones más beneficiadas.
Los patagónicos hemos votado de una manera distinta. En estas tierras, Daniel Scioli sacó ventajas importantes. Es una adscripción a esa idea de país. Y los patagónicos sabremos defender lo que es nuestro. Pero esta Patagonia no es monocromática políticamente. Eso sí: hemos confluido en la defensa de esta visión de patria. Y el futuro nos encontrará donde siempre estuvimos: defendiendo el federalismo, la democracia, la libertad, con un país socialmente justo, políticamente soberano, y económicamente independiente. Lo demás es cháchara.

Por otra parte, el resultado demuestra que no existe el país “de un solo color”. Un poco menos de tres puntos de diferencia demuestra que un proyecto se impuso, pero el otro sigue teniendo una representación más que importante. Nosotros sumamos más del 48 %. Sobreponiéndonos a años de campaña sucia, a los insultos desmesurados, al poder corporativo, a la acción destructiva de un sistema de medios de comunicación hiperconcentrado. Hoy representamos a ese 48 % del pueblo argentino. Y en honor a esa confianza es que vamos a seguir trabajando para seguir manteniendo en alto este proyecto nacional. 

 

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