“El octavo continente” y la ética turística

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El octavo continente es de plástico. También llamado “el basurero de Pacífico”, la superficie de objetos de residuo alcanza los 1,4 millones de kilómetros cuadrados y se calcula 4 toneladas de botellas, tapas, boyas y envoltorios que flotarán allí entre quinientos y mil años hasta desintegrarse. Ubicado entre la costa oeste de Estados Unidos y Hawai, fue descubierto en 1997 cuando el californiano Charles Moore desvió su ruta luego de una competencia naviera en tránsito por el noreste del océano Pacífico.

El mar Mediterráneo también aloja problemas con la basura. Según reportan informes presentados por organizaciones ecologistas, es el más contaminado del mundo, relacionado con el tráfico de buques mercantes, petroleros y cruceros que eliminan clandestinamente sus desechos a aguas abiertas sin tratar. Añadiendo el impacto del turismo de sol y playa en las costas mediterráneas donde el número de visitantes asciende a millones cada año, vemos dos grandes fuentes de residuos de basura que no tarda en incorporarse a las corrientes oceánicas.

Si bien la representación real de “la sopa tóxica” (otra acepción para el parche de basura del Pacífico) es abordada casi en exclusiva por expediciones de investigación, la atracción por el octavo continente es saciada a través de una recreación en el parque temático francés Futuroscope, donde los visitantes se montan en asientos dinámicos para ayudar a los científicos en su misión de eliminar los residuos marinos y convertirlos en aire puro con una pistola anti-residuos.

Divulgada la existencia de tal cantidad de material desechado, un británico proyectó una isla habitable de plástico fundido. Bajo los principios de autoabastecimiento y reciclaje de todo lo generado en la isla, la energía llegaría a cargo de paneles solares y el movimiento de las olas, mientras que el agua de lluvia serviría a todos los habitantes, tal vez, a medio millón de personas. Desde la propia organización del proyecto se anuncia que mediante el reciclaje de los residuos de plástico se conseguirá material para la construcción de nuevas islas recicladas, que aparejará nuevas tierras y al tiempo se limpiarán los océanos de ese contaminante, generando stocks valorados económicamente. El punto de partida es hacer que la isla Recycled logre un tamaño similar a Hawai, aproximando 10.000 kilómetros cuadrados.

En el mismo sentido, un equipo de científicos y creativos de la organización Adventure Ecology navega desde 2010 de San Francisco a Sydney en un barco hecho de botellas de plástico y productos reciclados, a partir de un medio de locomoción sustentable. La embarcación de tipo catamarán desarrolló sus dos cascos a partir de la reutilización de 12.500 botellas. La cubierta recupera el agua de lluvia para abastecer a la tripulación, además de contar con un sistema de tratamiento natural de aguas, mientra en lo que respecta a la energía eléctrica proviene de dos fuentes: los paneles solares y una dinamo conectada a una bicicleta para la generación humana. Motivados por concretar la llegada a la “Isla Reciclado” ha puesto al ruedo sus medios para realizar expediciones que hagan concientizar a los turistas sobre los problemas medioambientales y sociales que implica la basura.

De continuar creciendo al ritmo actual, la mancha de basura no solo supondrá una amenaza al turismo en las costas de Hawai o California, sino que pondrá en riesgo a la navegación mercante. Por otro lado, los cúmulos de plástico flotante escurre hacia aguas internacionales, y es sobre esto último que debaten los países, amparados en que ésta frontera dificulta la definición de propiedad de la basura. Hasta aquí, la esperanza sigue puesta en Recycled y en cuantas puedan imitarla, imaginando que su concreción obligaría a diagramar nuevos planisferios.

gazoiuale.hebe@gmail.com

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