En la actualidad, las ferias americanas son muchos más que el simple comercio de ropa usada; ahora los locales son más glamorosos y buscan ofrecer originalidad, diseño y buena calidad. Asimismo, en pugna por conquistar nuevos espacios, la venta de garage se mudó al mundo web. Son una alternativa económica y ecológica para comprar cualquier producto. Todo se recicla, por lo cual algunos no titubean en denominarla la “moda sustentable”.

Las ventas de garage originarias de Estados Unidos, son las madres de las sofisticadas ferias americanas actuales, desde el momento en que la sociedad comenzó a despojarse de las pertenencias en desuso dándoles cita en la calle. Superado el asombro se convirtió en una práctica cultural que año a año se reafirma en aquellas latitudes. Series de sitios de cosas usadas se convirtieron en verdaderos muestrarios de la historia y el estilo de generaciones. En Argentina, la modalidad es en parte abordada por jóvenes extranjeros durante sus viajes económicos como modo de renovación de vestuario y mecanismo de captación de prendas que se exhiben sin perjuicio de la temporada imperante. En el estilo usado hay todo un mundo particularmente retro listo para ser recorrido en Buenos Aires. Las ferias de ropa de segunda mano se renuevan para vestir cada vez a más gente.

Río de Janeiro no es la excepción al auge de brechós (en portugués), donde los productos a comercializar son emplazados en habitaciones de iglesias como en caserones en lo alto de la escarpa, y una acción igual se suscita en Montevideo, donde desde 1878 todos los domingos se convoca a la muy célebre Feria de Tristán Narvaja, que distribuye absolutamente todo en materia de objetos en desuso. Ambas ferias son consideradas por las guías turísticas de los respectivos países.

En las ciudades europeas son también difundidas, sobre todo bajo la mejor versión callejera en que manteros y fondos de camión son acondicionados para el flujo de productos tanto como para el intercambio social. Desde la antigüedad el espacio público es lugar de encuentro y deliberación popular. E innegable es su valor turístico, en tanto que conocer una feria entrena la percepción y bien dispone a los visitantes hacia los códigos propios de la cultura del lugar.

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