Los mitos del "temible" martes 13

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De tal manera, mientras el esoterismo plantea la posibilidad de que haya que afrontar con el 13 una desgracia, para el almanaque es apernas un número que se repite 13 veces por año en diversos casilleros, algunas en martes, otras en viernes.

¿Por qué martes o viernes y no otro día?

Todo se originó en un antiguo refrán romano que decía: "Giorno di Venere, giorno di Marte, non si sposa e non si parte", lo que significa: "Día de Venus, día de Marte, no hay que casarse ni partir de viaje".

En la antigüedad, los planetas que se veían a simple vista -es decir, hasta Saturno- fueron bautizados con el nombre de determinados dioses, que a su vez designaron los días de la semana: así, viernes proviene de Venus, la diosa del amor; y martes, de Marte, dios de la guerra.

Vaya a saber por qué los antiguos equipararon el amor a la guerra y recomendaron que nadie se casara ni partiera de viaje los martes y viernes; de lo que no cabe duda es que el aditamento del 13 provino de los relatos bíblicos, y no de los romanos, que amaban las cifras impares y tildaban de maléficas a las pares.

El capítulo 13 del Apocalipsis habla de la venida del Anticristo y la Bestia, la famosa confusión de lenguas en la Torre de Babel habría ocurrido un martes 13 y, en la Ultima Cena, Jesús, el comensal número 13, terminó crucificado un viernes 13.

El catolicismo vinculó el 13 con Satanás, al sostener que representaba la rebelión contra la autoridad de Dios, debido a que la Masonería -a la que se le atribuyó el propósito de destruir el poder de la Iglesia- adoptó el 13 como su número simbólico.

En efecto, la orden masónica de los Illuminati, originada en Baviera, es dirigida a nivel mundial por su Consejo de los Trece y todas las logias masónicas reconocen 13 grados jerárquicos.

Por eso, el presidente estadounidense Franklin D. Roosevelt, que era masón, hizo poner al billete de dólar una pirámide de 13 escalones; y por eso los masones que construyeron las oficinas públicas de Washington ubicaron su Casa del Templo a 13 cuadras al norte de la Casa Blanca, para "iluminar" con su influencia al gobierno.

Claro que, convertido hoy Estados Unidos en la primera potencia del mundo y su moneda, el dólar, en divisa internacional, resulta difícil entender que en sus hoteles no haya habitación ni piso 13 y que sus líneas aéreas carezcan de asiento y fila 13.

¿Heredaron sus pobladores esa fobia de los celtas, normandos y vikingos, que tenían al 13 como número fatídico? Una leyenda nórdica cuenta que Balder, la máxima deidad celta, había invitado a 11 dioses a un banquete; pero Loki, el espíritu del mal, se coló y totalizaron 13 comensales. El resultado fue luctuoso: en la lucha que se produjo para expulsar a Loki, Balder encontró la muerte.

La superstición se difundió en toda Europa y al comenzar la era cristiana ya estaba establecida en los países mediterráneos; probablemente, quienes reescribieron en el siglo IV el Nuevo Testamento, adaptaron esta leyenda para contar la Última Cena.

Aunque de Europa vino la idea de que los viernes 13 eran tanto o más maléficos que los martes 13, en Argentina no hubo quórum para sacrificar los viernes.

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